La inteligencia artificial, mejor conocida como IA, es un algoritmo que puede realizar actividades que normalmente los humanos llevamos a cabo. Usamos la IA casi todos los días sin siquiera notarlo. El “nacimiento” de la IA ocurrió entre 1950 y 1956, periodo durante el cual fue presentada al público. Fue desarrollada por Alan Turing, quien también creó la primera máquina capaz de descifrar mensajes nazis encriptados. Turing propuso un artículo titulado “Las máquinas que pueden pensar”, pero fue hasta 1956 cuando Newell y Herbert Simon crearon un ordenador capaz de resolver problemas matemáticos de aquella época.
La IA se recibe con diferentes puntos de vista; muchos están a favor, otros en contra, y algunos se mantienen en una posición neutral. La IA se encuentra en ciertos momentos y lugares donde no sabemos que está presente y la usamos sin darnos cuenta, como es el caso de los asistentes virtuales (Siri, Alexa o Google Assistant), las compras en línea que nos permiten adquirir productos desde la comodidad del hogar, o el correo electrónico, que clasifica los correos importantes y aquellos que son considerados “spam”. Todas estas aplicaciones y muchas otras que la IA ofrece ayudan a ahorrar tiempo y obtener información u objetos de forma más rápida. Varias personas y grupos se benefician, como empresas, médicos e incluso estudiantes universitarios.
La carga de trabajo académico, con asignaciones que pueden llegar a ser muy largas o complejas, junto a la presión de obtener buenas calificaciones, hace que muchos recurran a la inteligencia artificial como una forma rápida y eficaz de apoyo. Una estudiante de enfermería en su primer semestre universitario compartió su opinión sobre la IA: “Creo que la IA es una de las mejores cosas que ha creado el ser humano porque facilita trabajos que de otra manera llevarían mucho más tiempo. Fomenta la creatividad y al mismo tiempo mejora la precisión de las cosas. Sin embargo, también pienso que tiene aspectos buenos y malos, ya que nos hace depender de la tecnología, volviéndonos más perezosos y disminuyendo el esfuerzo que ponemos en entender y lograr cosas por nosotros mismos.” Esta perspectiva refleja la opinión de muchos, quienes ven en la IA una herramienta útil para navegar temas o resolver dificultades que encuentran en sus estudios.
Al introducir la página en línea de IA, llamada “OpenAI”, los usuarios pueden acceder a una interfaz similar al motor de búsqueda de Google. La IA puede responder desde preguntas simples, como cómo hacer una cama, hasta preguntas complejas, como analizar el mensaje profundo de Guerra y paz, de Tolstói. Sin embargo, como muchas cosas, la IA no es perfecta; uno de sus mayores problemas es la confiabilidad de la información que ofrece. Al no tener autores identificados ni fuentes adicionales que respalden el contenido, la IA se convierte en una fuente dudosa. La página de OpenAI describe que los modelos fueron entrenados para “pensar” antes de responder, de forma similar a una persona. No obstante, es crucial recordar que la IA es un algoritmo creado por humanos y, por ende, puede tener errores y presentar información falsa.
¿Cómo pueden los maestros identificar cuando un estudiante está usando IA para sus trabajos? Existen múltiples programas que se presentan como “detectores de IA”, pero si se emplean tres de estos en un mismo ensayo, es probable que den resultados diferentes, lo que genera dudas sobre cuál es el programa más efectivo o confiable. Carol Hernandez, asistente del decano del Centro de Enseñanza y Aprendizaje (CTL), respondió a esta pregunta diciendo: “No existe un programa confiable que los profesores puedan usar.” Carol Hernandez, junto a Robin A. Hill (Coordinadora de Diseño Instruccional) y Alexandra Belanich (Especialista I), sugieren que una de las formas de identificar si un estudiante usa IA es conocer “su voz”. Al trabajar con los estudiantes, los profesores pueden llegar a conocer el estilo de cada uno, de modo que si un día utiliza IA, se puede notar la falta de “esencia” en el trabajo.
“Bueno, la mayoría de las personas intenta abusar de la IA para hacer el trabajo más fácil y ser perezosos. Sin embargo, algunos la usan de forma correcta cuando se trata de correcciones gramaticales. Algunas personas incluso usan IA sin saberlo, como en el caso de la autocorrección, aunque no sea una ‘IA’ propiamente, sigue siendo un algoritmo,” compartió un estudiante actual de SCCC sobre el uso de IA y cómo existen dos grupos de personas respecto a su utilización. Debemos entender que no hay nada ético en tomar el trabajo de ChatGPT sin más. En nuestras clases de inglés, aprendemos que cada vez que utilizamos el trabajo de otro autor debemos darle crédito. Aunque la IA no sea una persona, utilizar sus respuestas sin citar se considera plagio y un acto deshonesto. En el sitio web de SCCC existe una sección sobre “Integridad Académica” que detalla las sanciones que un profesor puede imponer si un estudiante ha sido deshonesto. Estas sanciones pueden ser: 1) repetir el examen o asignación, 2) reprobar la asignación, o 3) reprobar la clase.
Antes de copiar y pegar el contenido que nos proporciona la IA, debemos reflexionar sobre las consecuencias de este acto. No solo están las sanciones académicas, sino también el hecho de que no aprenderemos y esto puede afectar nuestro futuro profesional.
La IA ya forma parte de nuestra vida diaria. Cada vez que usamos Google, el Traductor, Adobe, Instagram, Snapchat o autocorrectores, estamos interactuando con IA. Antes de utilizar IA para una asignación, es importante considerar: ¿Se permite su uso en el syllabus para esta clase? (Algunos profesores permiten el uso de IA en sus clases). ¿Aprenderé algo de esto? ¿Realmente necesito usarla? La IA puede ayudarnos a generar ideas o brindarnos un apoyo adicional, pero siempre debemos mantener nuestra ética y honestidad al realizar trabajos académicos. La IA no nos llevará muy lejos cuando nos enfrentemos a situaciones o trabajos que realmente requieran de nuestro propio conocimiento y habilidades.